Lejos y Cerca
Por una
fracción de segundo su corazón se detuvo
y ya no
sintió nada,
una pequeña
muerte al medio del ruido de su vida.
Ahí el
latido volvió más fuerte
y la
angustia escurrió los ojos de lágrimas.
Vivía un
secreto que nadie escuchaba
una agonía
que de frío quemaba
y un
silencio de muerte que gritaba.
En su plegaria de a poco se consoló
y una
esperanza desabrochó.
Madre mía
Dije que lo
quería
con toda la
fuerza que tenía,
pero su
expresión se endureció
y el perdón
no llegó.
Esa tarde
la niña tenía el rostro
más
arrugado que la madre celeste,
vestían
opuestos de claridad y oscuro,
pero compartían
esperanza y luto.
Mi fe
Ya solo
guardaba el recuerdo de un recuerdo
y el
sentimiento del dolor perdido.
Los dedos
enmagrecidos no olvidaban el gesto
cuando los
labios repetían las palabras quemadas.
No
presenciaba más las ruidosas celebraciones de matrimonios y bautismos,
ni el dolor
transitorio de ceremonias fúnebres
o las misas
solemnes pobladas de alegres familias y gente altiva.
Perseguida
por dolor, soledad y locura,
buscaba el
abandono de todo… menos de Dios.
Clemencia y perdón
Buscaba una
palabra que en esa lengua no existía.
Amargaba
más que una dolor mala,
perduraba
más que una mancha agría,
pero sonaba
pura y dulce como el agua.
Aquí escuchando
La letra muere,
pero la palabra vive.
Muchos
dioses ofrecían curas y sueños dorados.
Un solo
hombre distribuía amor y misericordia.
Los templos
de grandes dioses anunciaban “Mira”, “Toca”, “Prospera”,
pero otros
se quedaron escuchando el hambre, peste y miseria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario